Segundo día en Villa Ventana.
Cuando nos levantamos ya no llovía
pero estaba nublado y había refrescado considerablemente. El día anterior había
sido un día de remera, salvo en los momentos donde soplaba el
viento.
Teníamos planeado subir al Cerro
Bahía Blanca, una elevación de 739 metros ubicada en el Parque Provincial
Ernesto Tornquist. Tomamos la misma ruta que lleva al Cerro ventana, pero
ingresamos al parque por el sector "Base Cerro Bahía Blanca". Fuimos a la
oficina del guardaparque donde pagamos la entrada para los NO residentes de la
zona ($10 x 1 día, $20 x 3 días) y nos registramos para realizar el ascenso.
Como en ese momento sólo estaba nublado con viento, pero no llovía nos
permitieron entrar al sendero con la condición que a la primera gota de lluvia
emprendiéramos el regreso, sin importar que tan lejos hubiésemos llegado. Era un
ascenso autoguiado de unas 2 horas de duración, para mayores de 5
años.
Comenzamos a subir por un camino
pedregoso, totalmente distinto al de los trekkings que habíamos realizado en el
sur. Cuando habíamos caminado unos 20 o 25 minutos, comenzó a chispear. Mmm,
seguimos o volvemos??? Retrocedimos unos metros, pero suspendimos el retroceso
cuando vimos que solo habían sido unas gotas aisladas y ya había
cesado.
Avanzamos un poco más, intercalando
zonas de ascenso más pronunciado y otras más planas. A medida que fuimos
subiendo fue aumentando la intensidad del viento. Cuando llegamos al filo de la
montaña, desde donde se podía ver el parque y el Abra, comenzó de nuevo a
lloviznar. El día estaba cada vez más feo, las nubes más bajas y el viento en
aumento, por lo que faltando unos metros para llegar emprendimos el regreso sin
mayores dificultades. El mayor problema con la lluvia era que había bastantes
piedras en el camino y con el agua se tornan resbaladizas. Al llegar, en la
entrada al sendero ya había una soga impidiendo el ingreso con el cartel de "no
habilitado".
Pasamos nuevamente por el centro para
visitantes donde había unas vitrinas con información geológica y sobre la flora
y fauna del lugar, incluyendo fotos y piel de una yarara, y un par de pájaros
embalsamados.
Volvimos a la cabaña a comer algo
rápido. Ya era el mediodía, había hambre y no el suficiente tiempo ni
elementos para preparar algo muy elaborado. Comimos una sopa de sobre, y pan con
queso saborizado. Parecía una naturaleza muerta el conjunto de esos alimentos
sobre una mesa de madera rústica.
A la tarde, el tiempo siguió nublado,
con momentos en los que salía el sol y otros en los que lloviznaba. Decidimos
caminar de todas maneras hacia la zona de las ruinas del Ex Club Hotel Villa
Ventana, ubicado a 1,7 km de la villa, pero el camino se vio interrumpido al
inicio del sendero. La senda se iniciaba tras cruzar el arroyo Belisario,
por una tranquera cerrada y un cartel que decía "no avanzar". Después nos enteramos que
tras muchas idas y vueltas, decretos y disposiciones, en la actualidad el
terreno donde están las ruinas es propiedad privada y solo se permite el ingreso
de las excursiones organizadas por la oficina de turismo local.
Dimos media vuelta y nos dispusimos a
caminar un poco por el pueblo. Pasamos por una casa de alfajores donde pudimos
constatar que eran realmente artesanales, la mujer que atendía, también
rellenaba los alfajores. Antes de acercarse al mostrador a atendernos, se encontraba en un rincón,
frente a una mesa con una bandeja con tapitas y un gran tacho de dulce de leche
desempeñando su labor. Alfajores 100% artesanales, ricos (nos dio de probar un trocito), con un precio similar al de los Havanna.
Seguimos caminando, sin acercarnos a los márgenes del camino para no provocar la ira de ningún can de los que había sueltos en las entradas de algunas casas. Entramos en la media docena de locales de artesanías que había y volvimos caminando a la cabaña para merendar leche chocolatada con facturas que habíamos comprado en la panadería del pueblo.
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