Con el estómago lleno seguimos caminando hasta llegar al
Monasterio Franciscano. En el mismo se encuentra la tercera farmacia más longeva
de Europa, que data de 1317, y que es la más antigua en continuidad de
funcionamiento. En el interior del monasterio había un jardín central, rodeado por
una galería, con 2 salas de exposición que albergaban algunos libros, vestimentas
y artículos de orfebrería. En las paredes de una de las salas aún están los
rastros de los bombardeos, que fueron dejados así para testificar lo sucedido. No tenemos fotos de ninguna de estas cosas porque estaba prohibido tomar fotografías en el interior del sector museo.
Antes de regresar a nuestra habitación pasamos por el
supermercado. Me resulta muy interesante recorrer los supermercados de los
diferentes lugares que visito; lugares de visita obligados como si fueran
museos! Dan una idea de algunas costumbre culinarias locales, y el grado de
invasión de los productos de empresas multinacionales. En el interior del local
decidimos repetir la experiencia italiana: comprar pan y fiambre para hacer
sándwiches. Sería suficiente con el inglés para cumplir el objetivo??? Nos
acercamos al sector fiambrería y vimos que había varios quesos y embutidos, y
algunos panes. Había un queso en barra con una etiqueta que decía “Gouda
Cheese”. El tema embutidos era un poco más complicado porque no teníamos
idea si lo que estaba frente a nuestros ojos se parecería a un jamón cocido,
paleta, lomo ahumado o salchichón. Apostamos a uno que decía “Sunka
Deluxe” (con un sombrerito en la S, que después descubrimos que se
pronunciaba “Shunka”). Entre inglés y algunas señas hicimos el pedido,
obteniendo justamente lo que queríamos!
Compramos una cerveza o “pivo” en el idioma local,
y algunos alimentos más para picar esa noche y desayunar el día siguiente.
Teníamos pensado volver a la habitación e irnos a dormir temprano para
levantarnos temprano el siguiente día.
Con nuestra bolsa de las compras en mano, subimos los 380
escalones que nos separaban de la casa de los Peric. El costo de tan
espectacular vista era descender y sobre todo ascender todos esos escalones.
Cada salida había que planearla bien y no olvidarse nada. Pero la verdad, la
vista valía todo el esfuerzo físico.
Esa noche hicimos una picada en el balcón viendo el
atardecer. Divino!
Un detalle que había olvidado. Al acostarnos observamos
que la cama tenía la sábana de abajo, digamos la funda que recubre el colchón, y
sobre esta una especie de acolchado, sin ninguna sábana intermedia. Al principio
dijimos “qué raro! Se habrán olvidado la sábana”, pero después descubrimos que
no se habían olvidado nada, y tanto en las ciudades croatas que visitamos como en Budapest tenían el mismo
tipo de ropa de cama.
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