martes, 19 de marzo de 2013

Roma - Gianicolo y Trastevere

By Sole

Tomamos un camino zigzagueante que transcurría dentro de un parque elevado, el Gianicolo, en el lado oeste del Tiber. Creo que los pocos niños que vimos en Roma, fueron justamente en este lugar, ya que el camino pasaba frente al Ospedale Bambin’ Gesù. Al estar elevado, ofrecía una maravillosa vista de la ciudad que se levantaba del otro lado del río.





En el parque encontramos el Faro Manfredi, que según la inscripción en el mismo, había sido un regalo de los inmigrantes italianos que emigraron a Argentina.

Me pareció un parque muy lindo, un oasis verde entre tantas plazas de piedra, un lugar muy apacible para sentarse a comer algo, a leer, o simplemente a descansar.

El caminito nos condujo a Trastevere. Esta vez pudimos recorrer sus calles sin lluvia. No dejamos pasar la oportunidad de sentarnos en un café a tomar un capuccino con una porción de torta, que fue seguida de un gelato de cioccolato e fragola; simplemente excelente.



Después de esto dimos las mil y una vueltas por Trastevere y sus alrededores, cruzando el río Tiber a través del Ponte Sisto. Unas cuadras más nos llevó a Corso Vittorio Emanuele. Habiendo pasado las 17 hs, nos preguntamos, “y ahora qué hacemos?”. Decidimos ir a ver el atardecer al mirador del Campidoglio, a contemplar esa espectacular vista que tuvimos el primer día, pero con una iluminación diferente. Fue una buena decisión, que no nos decepcionó ni un poquito. Recomendable.

Como al día siguiente teníamos que madrugar para tomar el tren, fuimos a comer un rato después de las 19 hs. Volvimos a la Piazza della Madonna dei Monti, el lugar donde habíamos comido el primer gelato italiano. Frente a la fuente de la piazza había un restaurante con varias mesas exteriores. Dado que la temperatura aún era agradable, cometimos el error de sentarnos afuera. Al los pocos minutos de sentamos, en una única mesa que quedaba libre, constatamos que los comensales de las mesas vecinas eran fumadores empedernidos, adictos que no podían evitar sacar uno tras otro los cigarrillos de sus cajitas de cartón, con grandes carteles que informaban los efectos adversos de ese tóxico. Era un mix de gente que salía a cenar y otra que estaba en una especie de after office tomando alcohol y picando alguna bruschetta. En la nube de humo comimos una ensalada de lechuga, tomate, atún y 3 aceitunas, risso ai funghi y focaccia. La comida estuvo buena, pero no el ambiente. Una vez que terminamos, volvimos al hotel a acomodar las valijas que apenas habíamos tocado.

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