jueves, 18 de diciembre de 2014

Emprendiendo el regreso: Koh Samui - Bangkok - Delhi

By Sole

2 de marzo de 2014

A las 6:30 am sonó el despertador. Terminamos de acomodar el equipaje y con cierta melancolía tomamos el último desayuno frente al mar. Sabíamos que íbamos a extrañar la musiquita instrumental con la que el restaurant musicalizaba el momento…

El transfer nos dejó en el aeropuerto. Despachamos el equipaje y abandonamos el hall en busca del Gate donde teníamos que abordar. Era un aeropuerto muy particular, de hecho parecía más una galería comercial al aire libre con algunos negocios de expendio de comida y souvenirs.  Cerca del hall donde iba a ser el boarding –una especie de quincho con sillas y sillones junto a grandes ventiladores- había un playground y un louge de Bangkok Airway donde tomamos otro café y picoteamos alguna cosita. A qué no saben que agarro Seba??? Si!!! Pochoclo!!!


Un aeropuerto muy particular.
El vuelo salió en horario. Vimos el video institucional de Bangkok Airways por última vez (ya tarareábamos la canción a esta altura…) y recibimos una cajita feliz que esta vez no tenía ninguna variedad de salchichón, pero si algo que parecía jamón con 2 rebanadas de lomo ahumado y unos fideos fríos.

Ya en el aeropuerto de Bangkok dejamos las valijas en el “luggage left” del segundo piso por lo que abonamos 100 BTH por cada una, y tomamos el tren hacia la ciudad. En la estación Makkasan hicimos combinación con el metro hasta Silom, una zona que no habíamos caminado y de no haberla visitado no hubiésemos perdido nada.


El cronometrado arribo de las valijas.
Siendo las 12:00 hs había muchos negocios cerrados, muy mal olor por las calles y poco para hacer. Pasamos por la esquina de Patpong road, la calle roja más importante de Bangkok, que en ese momento era un desierto total.

Si queríamos comer algo la mejor opción parecía entrar a un shopping. Encontramos uno, del que ni siquiera recuerdo el nombre, que resultó minúsculo, pero basto para almorzar. En esta oportunidad conocimos el “Black Canyon Coffee”, donde vendían platos thai y occidentales. Elegimos uno y uno: un sandwich de atún con papas fritas y un guiso de cerdo con arroz.

Posteriormente tomamos el skytrain hasta Siam, donde volvimos a recorrer los mismos shoppings que ya habíamos visitado. Compramos un par de cosas que teníamos pendientes con los BHT que nos habían sobrado.  Entramos nuevamente a H&M donde había maniquíes vivientes en los escaparates, que obviamente eran fotografiados con los celulares por todos los thais adolescentes que pasaban por el lugar. Había muchísima más gente que la semana previa. Tenemos dos teorías al respecto:

1)      Era primer domingo del mes y había más dinero para gastar.

2)   El hecho de que se hubieran levantado los shutdowns distribuidos en toda la ciudad hizo que más gente circulase por zonas conflictivas como era esa.

Caos es la palabra que mejor describe lo que sucedía en ese shopping. Algunos caminaban a gran velocidad, otros vagaban como perdidos en la multitud y otros miraban atónitos lo que sucedía a su alrededor; circular sin recibir o dar un golpe era tarea difícil.

El baño de mujeres era un mundo!!! Más allá de la tradicional fila para acceder a los sanitarios, el sector de las piletas era inaccesible: las chicas se aglomeraban frente al espejo peinándose y maquillándose!!! Nunca ví tantas mujeres juntas en un baño!

Aprovechando que el local de “Au bon pain” no tenía tanta gente  nos acomodamos en un rincón, justamente en la misma mesita donde habíamos merendado siete días atrás, antes de visitar Angkor y Ko Samui. Tomamos unos capucchinos con un muffin de banana.  Estoy convencida que los locales que más atraían a los tailandeses eran los que vendían los productos más artificiales y de colores extravagantes. Los pochoclos bañados con extraños jarabes, tortas y bollerías rojas, verdes, azules y “rainbow” de varios colores eran los más elegidos!!! Grandes consumidores de chatarra a un ritmo frenético.


Yogurt sin grasa: vacio

Heladería: llena
Cuando salimos del shopping a las 16:20 hs y pasamos por un 7eleven ya que Seba quería comprar una cerveza tailandesa para llevarle de regalo a su hermano. Fue en ese momento que descubrimos que había una reglamentación que prohibía la venta de alcohol los domingos de 14 a 17 hs. Unbelievable!!!

El sector para comprar el ticket del Sky Train era un lío con gente por todos lados! Había que hacer fila para cambiar billetes por monedas en las ventanillas operadas por cajeros humanos, que a pesar del quilombo reinante no vendían pasajes, solo daban cambio. Y luego venía la fila frente a las máquinas automáticas. Y por más que tengan aires de gente del primer mundo, con tanta tecnología y consumismo, los tailandeses resultaron tan incivilizados como cualquier tercermundista. Cuando apenas teníamos 2 personas delante para acceder a la maquinita una señora se metió delante de todo como si no hubiese nadie e hizo oídos sordos al “There is a queu here!!!” que le grité. Los que estaban delante nuestro no dijeron nada, como si estuviesen acostumbrados a las injusticias y supieran que no valía la pena decir nada porque nada iba a cambiar.

De Siam fuimos a Phaya Thai para combinar con el tren que nos iba a llevar a Suvarnabhumi Airport. Antes de hacer la combinación volvimos a la calle a comprar la famosa cerveza; justo a las 17 hs estábamos en la caja!

Ya en el aeropuerto caminamos cientos de metros por diferentes pasillos y escaleras hasta llegar al 2nd floor a retirar las valijas que posteriormente fueron despachadas. Volvimos a hacer los controles de seguridad y migraciones donde el caricúlico de turno respondió con un gruñido a mi saludo. Esa noche íbamos a volar por “Thai”, aerolínea que no es tan amigable como Bangkok Airway y su lodge es exclusivo para pasajeros de primera clase, business o “members” (obviamente no pertenecíamos a ninguna de esas categorías); hicimos la larga espera con el resto de los vivientes en ese inmenso aeropuerto. Nuestro gate de salida estaba justamente en el sector más lúgubre del mismo. Picamos un par de crackers con Coca Zero, y con algo de retraso hicimos el boarding.

Si bien teníamos asignados asientos en la fila 33, resultaron estar casi en la puerta de entrada junto a la cocina. Durante todo el viaje fuimos oliendo diferentes especies. El servicio fue bastante deficiente. Cuando llegó la hora de la comida Seba optó por el menú con seafood que tenía unos shrimps, papas y una ensalada de porotos verdes. El vegetariano tenía verduras –acelga y/o espinaca con un nivel de picante desproporcionado, arroz y un guisado de porotos de soja acompañado de un chapati. El postre también tenía arroz –un pegote rectangular de arroz con coco sobre la que había una capa de una sustancia blanca insípida de consistencia de mouse-. Muy original la combinación de arroz con arroz! Una cena bastante olvidable.

El vuelo fue tranquiloy llegó a horario a pesar del retraso que tuvimos para subir al avión y en despegar porque había un “missing passenger”. Aterrizamos en Delhi a las 23:20 hs. Hicimos los trámites de migraciones super rápido y sin problemas; lo que sí tardó una eternidad fueron las valijas!!! Debemos haber estado parados casi treinta minutos mirando el carrousel buscando nuestro equipaje, que fue uno de los últimos en salir… qué nervios!

Cuando encendimos el celular ya teniamos siete llamadas perdidas de Rajesh, el chofer, que nos estaba esperando en el estacionamiento. Rápidamente llegamos al departamento de nuestros amigos, a esa hora había muy poco tránsito.

Coca nos había dejado una llave para que entráramos a su casa a la hora que llegáramos. La idea era que fuese una entrada silenciosa que no los despertara, Fer tenía que ir a trabajar al día siguiente. Pero las cosas nunca salen como deberían… Cuando entramos Roti no nos reconoció, nos miró a lo lejos… Pero no nos vino a atacar como debería hacer un perro guardián, sino que se metió en el dormitorio de sus dueños y empezó a ladrar como nunca, despertándolos a la 1 de la mañana!!!

Cuando estuvimos más cerca finalmente nos reconoció y fue tanta su alegría que se hizo pis encima ensuciando el pasillo. Pasó la noche detrás de nuestra puerta golpeándola y llorando. A pesar de eso dormimos hasta las 6 y algo –nuestro reloj biológico conservaba la hora de Tailandia…

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