sábado, 29 de agosto de 2015

Swakopmund, en la otra orilla del Atlántico!

By Sole

Al final del camino estaba el mar... y la ruta pavimentada!!!!

Cuando llegamos al pavimento giramos a la izquierda tomando dirección sur. El primer pueblo que atravesamos fue Henties Bay, una pequeña localidad vacacional con menos de 5000 habitantes. Debe su nombre a Hendrik "Henty" Stefanus van der Merwe quien descubrió el lugar en 1929 cuando llegó buscando agua. La historia cuenta que este hombre estaba cazando rinocerontes para vender el esqueleto a un museo. Tras haber cumplido con la tarea, la expedición se quedó sin agua… caminaron hacia el Atlántico y luego fueron en la búsqueda de la desembocadura del río Omaruru, encontrando este valle de arena a poca distancia. Como le gustó el lugar, tras entregar el esqueleto, regresó y construyó su cabaña de madera ahí.

Luego pasamos por un pueblo más diminuto que el anterior que era básicamente un pequeño conglomerado de pintorescas casitas de colores. Su impronunciable nombre era Wlotzka’s Baken.

Antes de llegar a Swakopmund, nuestro destino final del día, hicimos una parada en una playa frente a un barco encallado del cual no recuerdo el nombre. Cuando descendimos del camión notamos que la temperatura había bajado considerablemente y había viento, brrr. Agradecí tener la camperita en la mochila y no tener que enfrentar este momento en remera!!! Al poner un pie en la arena fuimos abordados por vendedores de piedras que aguardaban agazapados detrás de pequeños médanos, donde supongo que estarían protegiéndose del viento entre asedio y asedio a potenciales compradores. Sacamos la foto de rigor y seguimos viaje; sólo faltaban unos pocos kilómetros para llegar.

Barco encallado

Fueron tantas las horas que perdí la cuenta de cuánto tiempo estuvimos viajando; cuando llegamos a Swakopmund estábamos felices de poder caminar un poco! Esta es una ciudad costera que en sus orígenes fue una colonia alemana cuyo estilo de arquitectura aún perdura; actualmente hay un mix de edificaciones coloniales que llaman mucho la atención, con construcciones modernas que le quitan parte del encanto. Para fomentar el turismo, este poblado de 40000 habitantes que estaba perdiendo su estilo, se reinventó a sí misma como la “ciudad de los deportes de aventura” ofreciendo la posibilidad de alquilar cuatriciclos en los médanos, hacer sandboard o viajes en globos aerostáticos.

Ni bien llegamos hicimos el check in en el modesto hotel La Mer y nos fuimos a recorrer la ciudad! Teníamos lo que quedaba de esa tarde y la mañana siguiente libres. El día estaba soleado, bastante despejado, y al sol la temperatura era muy agradable… salvo que nos acercáramos al mar con su vientito costero.

Entre caminata y caminata decidimos tomar un café en los tantos locales que había. Nos resultó particularmente atractivo uno que formaba parte de una librería - Die Muschel Coffee Shop- y tenía mesas en una terraza exterior que como estaba dentro de una galería comercial daba algo de privacidad a la vez que permitía ver lo que sucedía en los alrededores. Nos sentamos en una de las mesas al sol donde degustamos un café con un muffin de banana y zanahoria. Un lugar muy agradable con buen servicio y rica comida.

Cafeciiiito!

Además de confiterías había varios restaurantes y negocios de souvenires con precios de los más variados; a medida que nos acercábamos a la costa cada vez nos espantábamos más por el incremento de los mismos! Una simple mascarita para colgar en la pared que habíamos pagado 25R en Cape Town la llegamos a ver a 200R!!!! Exactamente la misma!!! Lejos de lo esperado Namibia en ese sentido era más caro que South Africa.

Junto a la costa estaba el faro y un par de edificios de aspecto alemán que si bien nunca tuve idea que eran me gustaron y le sacamos fotos. Por la época del año –primavera- las plantas estaban florecidas alegrando el camino que discurre paralelo a la playa separado de esta misma por algunas casas con vistas privilegiadas.

Sendero costero

A pesar del viento marítimo visitamos el muelle de pescadores; había un sector delimitado para los que realmente iban a pescar y otro para curiosos. Caminamos unos metros hasta que el frío nos hizo regresar. De todas maneras bastó ese tiempito para sacar un par de fotos.

Sector de curiosos del muelle de pescadores

Tuvimos la impresión que era una ciudad que estaba en expansión por todos los complejos con el formato de “countries” que estaban en construcción publicitados en las vidrieras de las inmobiliarias, y la infaltable zona con aspecto de villa de emergencia localizados en la periferia.

Para la noche teníamos dos opciones: ir a comer con el grupo o hacerlo por nuestra cuenta. Con nuestro característico ostracismo terminamos cenando solos en la pescadería “The fish Deli”. Aunque era temprano -18:30 hs- ya era de noche, y el lugar poco a poco se fue llenando. Pedimos un “Kingklip” –sin saber que tipo de pescado era- con hierbas y limón con papa horneada, y rabas con papas fritas. Ambos platos venían acompañados de una ensaladita. Comimos super bien en un lugar para nada pretencioso, aunque tal vez si el precio era pretencioso para ser el de una simple pescadería.

Yummy!!!

Cuando volvimos al hotel, salvo los restaurantes, todos los negocios estaban cerrados aún no siendo las ocho de la noche; la mayoría de los locales habían cerrado entre las 17:30 y 18:00 hs. Parece ser un lugar de vida diurna... y siendo gente de vida diurna, nos fuimos a dormir tempranito. 

Luego de una excelente noche de descanso post-carpa y sucesión de madrugones, a las 5 y algo ya estábamos despiertos; teníamos el reloj biológico alterado! No nos quedó otra que hacer fiaca un buen rato ya que recién comenzaban a servir el desayuno a las 7:00 hs. El día había amanecido fresco y nuboso –aunque para Seba era sólo neblina matinal-; fuesen nubes o niebla no había rastros del sol.

En el desayunador, una “abuelita alemana” nos preguntó como queríamos los huevos; para su sorpresa rechazamos la oferta. De a poco fue apareciendo el resto del grupo y a cada uno le preguntó con un tono un tanto autoritario cuántos huevos querían, cómo los querían y si deseaban algún acompañamiento. Un rato después la mesa estuvo llena con huevos preparados de las más diversas formas.

Luego del desayuno nos volvimos a separar del tour. Casi todos tenían reservados los cuatriciclos para esa mañana; nosotros éramos los únicos que habíamos decidido recorrer la ciudad.

Había muy poca gente por las calles, tal vez era demasiado temprano y el resto del mundo estaba esperando que subiera un poco la temperatura para salir. A medida que fuimos caminando reconocimos varios de los edificios que figuraban en la guía Lonely Planet que habíamos llevado.

Altes Amstsgericht, un edificio de 1908 planeado originalmente como colegio. Dado que durante la construcción se acabó el dinero, el estado terminó haciéndose cargo del mismo y funcionando como tribunal de justicia.

Tribunal de justicia

Alte Kaserne, una fortaleza de 1906, antiguo cuartel.

Antiguo cuartel

State House o de manera impronunciable Kaiserliches Bezirksgericht, la casa de verano del presidente.

State house con el faro de fondo

Iglesia Evangélica Luterana, de estilo neo-barroco de 1911, declarada monumento nacional en 1978.



La estación de trenes que antaño conectaba Swakopmund con Windhoek; actualmente alberga a un hotel muy lujoso del que pudimos ingresar a ver las áreas comunes.

Antigua estación de trenes

Haus Hohenzollern, construido en 1909 como hotel, fácilmente identificable por la estatua de Atlas sosteniendo al mundo.

Haus... más fácil: el edificio de Atlas

Alte Gefängnis, la cárcel del pueblo. No se puede fotografía pero…

The jail

El paseo concluyó en la playa, sentados en un banco frente al mar hasta que se hizo el horario de partir.

Vista desde el banquito

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