By Sole
Buen
rato antes que sonara el despertador ya estábamos despiertos… teníamos los
horarios totalmente corridos. Terminamos de acomodar el equipo y aún nos
sobraba tiempo; teníamos que esperar hasta las 7:00 para desayunar.
Disfrutamos de nuestro último desayuno junto a la
selvática terraza del logde y emprendimos junto a Francis el viaje hacia el
aeropuerto. Otra vez la misma ruta que habíamos tomado para el panorama route,
y otra vez fuimos víctimas de los 45 minutos de espera por la repavimentación de
la misma. Fue un deja vu… la misma espera, los mismos vendedores, los mismos
obreros vestidos de naranja… Habiendo previsto esta demora estábamos
tranquilos de que íbamos a estar a tiempo en el aeropuerto.
Con
unas de 2 horas de anticipación llegamos al modesto Mpumalanga Airport… era tan
temprano que ni siquiera estaba abierto el check in del vuelo. Un par de
negocios de alquiler de autos, una chocolatería, un local de recuerdos y uno de
golosinas son todas las atracciones del lugar… En 20 minutos ya habíamos
recorrido todo!!! Para que se den una idea de la pequeñez, todos los
vuelos diarios entran en una sola pantalla de tele...
Repartimos
el tiempo entre la lectura y unos maníes con pasas salados. En la espera
descubrimos unas interesantes publicaciones de los parques nacionales donde leemos sobre un grave problema que los aqueja: los cazadores furtivos de
rinocerontes! Durante el Bush Walk los rangers lo habían mencionado y medio en chiste (no sé hasta dónde) comentaron que de encontrarse
con uno le dispararían. Lo que más nos
llamó la atención es que justamente en el año previo habían muerto unos 20
guardaparques a mano de poachers… La venta de cuerno de rinoceronte, en el que
hay una gran red de individuos involucrados para exportarlos a Asia, genera un
movimiento tan grande de dinero que estos cazadores están dispuestos a matar y
morir con tal de lograr su objetivo.
Ya aburridos
de estar en ese pequeño reducto somos los primeros en subir al avión. Nos
acomodamos, mientras esperamos que aborde el resto del
pasaje, que terminó siendo bastante reducido. Con menos de la mitad de las
butacas ocupadas partimos hacia Johannesburgo. Fue un vuelo tranquilo salvo por
las maniobras un tanto bruscas del piloto.
En el
aeropuerto de Joburg, como llaman los sudafricanos a la ciudad, sobreviene otra
larga de espera de más de tres horas. Sin dudas fue el día de las esperas!!!
Con
algo de retraso anuncian el boarding del vuelo de Air Namibia! Otra vez somos
los primeros de la fila con pasaporte y boarding pass en mano...
Un micro nos
acerca al avión. Qué miedo al verlo!!! Nunca había volado en una aeronave tan
pequeña!!! Era más angosto que un colectivo!!! Dos asientos de un lado, uno del
otro separadas por un estrecho pasillo. La tripulación estaba conformada por una
mujer piloto –otro first time para mí-, el copiloto y el “azafato” Helbert, un
morenito que se reía de todo. Casi todos los pasajeros eran hombres que
parecían estar en un vuelo de trabajo.
Ese es nuestro avión??? |
Cada
uno se acomodó en su lugar, y con Helbert al frente comenzó la clásica
información de seguridad. Ni pasaron 10 segundos, y el audio se cortó. Acto
seguido se encendieron y apagaron algunas luces de la cabina de pasajeros, y
volvimos con las instrucciones de seguridad… otra vez se cortó, y eso no fue
todo: se apagaron las luces quedando sólo las de emergencia del piso…
Evidentemente algo no andaba bien...
Cuándo partimos??? |
Salió
la piloto de su cabina, entró un empleado del exterior, y nadie decía nada. La
mayoría de los pasajeros seguía concentrado en lo que venían leyendo o
escribiendo, salvo el que estaba sentado justo en el asiento delante al
nuestro. Con sus pelos parados y gran inquietud se paró con un celular en la
mano y fue hacia el toilette. Minutos después volvió y se sentó. Cuando
volvimos a levantar la vista ya estaba parado frente a Helbert pidiéndole algo
–estimamos que electricidad para cargar el celular- regresando a su asiento
donde permaneció unos minutos más moviéndose muy ansioso…
Pasaban
los minutos y nadie nos decía nada. Si bien no estaba saltando en el asiento
como el mamarracho de adelante voy a reconocer que no estaba para nada
tranquila, qué seguridad me podía generar el hecho de tener que viajar en un
miniavión con problemas eléctricos?
Unos 20
minutos después todo estaba solucionado y el avión volvió a estar iluminado; la
piloto anunció que en los próximos minutos íbamos a partir. Unos 40 minutos
después del primer intento fallido, Helbert riéndose accionó el audio de
seguridad con un “Let’s go again!!!”. Está vez funcionó, y partimos!!!
El
viaje fue mucho más tranquilo de lo que esperaba, sin turbulencias ni
movimientos a pesar del reducido tamaño del avión y el despegue y aterrizaje
fueron super suaves. Una muy buena experiencia viajar con una mujer piloto. Tras atravesar el desierto de Kalahari estábamos en el aeropuerto de Windhoek -la capital de Namibia-.
Aún nos
quedaba otro momento de estrés, pasar por migraciones con las visas que nos
habían mandado de Brasil. Junto con el pasaporte y la visa tuvimos que entregar
un formulario epidemiológico con datos de contacto por el tema del ébola. Por
suerte no tuvimos problema, y tras varios sellos en el pasaporte y una
minientrevista con la responsable de migraciones salimos del diminuto aeropuerto
de Windhoek donde nos esperaba el chofer del transfer hacia el Hostel
Chameleon.
Ya ni
sé qué hora era, sólo recuerdo que era noche cerrada y la carretera que
conducía a la ciudad estaba desierta; mucho más rápido de lo esperado llegamos
a nuestro alojamiento. En este rápido viaje poco pudimos ver de la ciudad;
apenas divisamos varias casas de juegos en las inmediaciones que con sus luces
de neón invitaban a los clientes a ingresar.
Tengo que hacer otra confesión: otro “first
time”!!! Nooo, no fuimos a una casa de juegos, simplemente fue mi primera noche
en un hostel, una experiencia nueva!!! El ambiente –habitual en estos lugares-
me pareció super raro. Gente por todos lados, casi todos sumergidos en su
propio mundo, sea frente a las preciosas Mac ultrafinas, a un libro o al
televisor que estaba encendido junto al bar; otros pocos tomaban sus últimos
tragos antes de que la bartender pusiera fin a su jornada laboral.
Pagamos
50 R de depósito por la llave (la moneda oficial es el dólar namibio, que tiene
paridad con el rand sudafricano, el uso de ambas divisas es indistinto) y
fuimos hacia nuestra habitación con baño privado que estaba identificada como
“Lion” (las habitaciones en lugar de número tenían nombres de animales). Estaba
más que aceptable para pasar la noche, no íbamos a estar mucho tiempo por ahí…
a las 7:30 hs del día siguiente teníamos que estar ya desayunados y con el
equipaje listo para partir a la gran aventura en Namibia.
Disculpen la escases de fotos, prometo que en la próxima entrada va a haber muuuchas!!!
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