By Sole
Diciembre 2014
Otra
vez en suelo asiático! Lejos de ser un destino exótico como los previos nos
dirigimos a la populosa y últimamente de moda Estambul.
Las
primeras 48 horas del viaje fueron una gran experiencia, al menos para mí! Seba
tenía que trabajar y yo iba a estar recorriendo por primera vez sola una ciudad
extranjera! Mi objetivo era conocer la zona menos turística de la ciudad
valiéndome de un mapa (con los que suelo tener algunos problemitas), mis
piernas y la cámara de fotos.
El 10
de diciembre amaneció como un típico y desapacible día otoñal, nublado, frío y
con una llovizna fina y persistente; en pocas palabras mi anti-día ideal! A
pesar de esto me puse la campera, bufanda, gorro, guantes y acompañada del
paraguas salí a recorrer los alrededores del hotel.
Inmediatamente
pude comprobar que no estaba en un lugar turístico. La gente, en su mayoría
hombres, se agolpaba en las paradas de colectivo -seguramente rumbo al trabajo-.
Si bien la mayoría de las mujeres con las que me crucé llevaban vestimentas
occidentales, muchas tenían la cabeza cubierta por pañuelos motivado más por la
religión que por la condición climática adversa.
Caminé
un rato por una avenida con varios negocios, que aún estaban cerrados, y cuyas
marquesinas tenían carteles en turco. Me llamó la atención la falta de carteles
en inglés que eran habituales en todos los países que habíamos visitado en
otras oportunidades; después recordé que no estaba en una zona turística y no
había razón para que estuvieran en un idioma distinto al local.
Ni bien
abrió el shopping entré para resguardarme de la lluvia y el frío; el Capitol
Shopping Centre era la gran atracción de la zona. En todas las puertas de
acceso había arcos detectores de metales y un empleado de seguridad que
revisaba carteras y mochilas. Resultó un centro comercial como cualquier otro,
con un patio de comidas y negocios de distintas marcas incluida una tienda
departamental multi-marca. Aproveché que estaba sola para recorrer todos los negocios
que tuve ganas e invirtiendo para esto todo el tiempo necesario (sin tener un
hombre atrás quejándose!).
Capitol Shopping Centre |
Feliz con mi té y mi galletita de pistacho (por la consistencia y cómo se desgranaba parecía tener más manteca que harina) me senté. Mientras degustaba mi masita me dispuse a escribir y a planificar la tarde: no podía quedarme todo el día metida en un shopping!
Té y galletita de pistacho |
Cuando
me quise dar cuenta se hizo el horario del almuerzo y poco a poco el patio de
comida se fue llenando. Por un lados estaban los que optaban por los menúes de
las tradicionales cadenas de comida rápida (Mc Donald’s, Burger King, KFC) cuyos
combos en muchos casos en lugar de salir con gaseosas eran acompañados por Ayran –el clásico yogurt turco-. También
había varios fast food locales que
ofrecían albóndigas de carne de vaca y cordero en sus más diversas formas, o trozos
de pollo con pan “pide”, tomates y
pimientos asados, wraps de pollo o vaca con papas fritas, lehmeyun –como las empanadas armenias-, y ensaladas. Había opciones
para todos los gustos!
Di una
vuelta más y ante las pocas opciones para almorzar que había visto en los
alrededores del shopping una vez más me dirigí al patio de comidas, más
precisamente al local de Köfteci Ramiz, toda una experiencia culinaria que ya
les contaré!
Curiosidad:
mientras almorzaba encontré uno de los trabajos más inútiles del mundo! En el
patio de comida había una pobre chica cuya tarea era caminar en círculos
arrastrando un carrito con aderezos!!!
Antes
de abandonar el centro comercial no aguanté la tentación de visitar el
supermercado. Más allá de los productos Premium –esperable por estar dentro de
un shopping- me llamó la atención los grandes paquetes de 1kg de té en
hebras!!! De haber estado en Argentina los hubiese confundido con paquetes de yerba.
Casualidad o no, los productos de higiene femenina estaban junto a las ollas y
sartenes… no sé si estarían recordándoles a las mujeres cuál era su lugar
dentro de la casa…
A la
tarde la lluvia amainó y se hizo intermitente lo que me animó a alejarme un
poco más del hotel y caminar hacia Üsküdar, uno de los dos barrios más
conocidos del lado asiático.
Con el
recorrido del mapa en la cabeza fui siguiendo la avenida Kisiklic que estaba
puente peatonal de por medio del hotel. Los nombres de las calles como era de
esperar eran impronunciables!!! Sabía que si seguía derecho en algún momento me
iba a chocar con el Bósforo, así que le di derecho unas 30 cuadras.
Las
primeras cuadras no tenían nada en particular, algunos bancos y ferreterías, un
par de restaurantes –bastante aislados-, y una que otra verdulería que vendía
unos repollos inmensos!!! Luego de pasar junto al cementerio armenio la calle
cambiaba de nombre y se estrechaba. Me dio la sensación de que estaba
ingresando en una zona más urbana y pintoresca. A ambos lados había una
sucesión de edificios de entre 3 y 5 pisos, muchos con sus mini-antenas
parabólicas para ver TV y ropa colgada. Si bien no tenían el glamour de las
grandes urbes europeas tenía su encanto. Intercalados con las entradas y
pequeños callejones había un par de panaderías con un aroma exquisito, pequeños
locales de comida, mezquitas y un par de bares precarios donde los hombres
jugaban a las cartas y al dominó. A falta de palomas, los cuervos negros y los
gatos parecían haberse apoderado del lugar.
En búsqueda del Bósforo |
Fue una
caminata muy interesante en la que pude observar como pasaban los habitantes
del lugar una tarde de otoño. Tal vez por el horario o la inclemencia del
tiempo eran pocos los que se atrevían a salir; de hecho fue un recorrido
bastante solitario hasta que la calle tomó una pendiente descendente y el
sobrevuelo de las gaviotas me indicó que me estaba acercando a destino.
Terminé
desembocando en una callejuela adoquinada peatonal llena de gente, incluidos
vendedores de vegetales que exponían sus productos en puestos improvisados hechos
con dos caballetes y una tabla. Unos metros más adelantes varios negocios de
ropa, electrónicos y chucherías, y el ingreso al mercado de Üsküdar.
Mercado de Üsküdar |
Aunque
era más pequeño de lo que lo imaginaba, tenía todo lo que un mercado debe
tener! Un par de pescaderías, carnicerías, verdulerías, panaderías y puestos
que incluían entre sus productos tés, especias, legumbres, frutas secas,
confituras y halva –un postre de sémola con consistencia de Mantecol® tradicional
de la región de sémola -.
Pescadería en el mercado |
Tras
atravesar la feria llegué a la calle que corre paralela a la costa –ni siquiera
puedo escribir el nombre con el teclado de la compu porque me faltan algunas
letras- donde había bastantes autos circulando. Es terrible como manejan los turcos!!!
Es frecuente encontrar autos estacionados en las ochavas, verlos realizar
maniobras de lo más creativas con una falta de respeto total hacia el peatón.
Esta calle que me disponía a cruzar era bastante importante y la autoridades
había tenido el recaudo de colocar un par de semáforos para facilitar el cruce
peatonal.
Finalmente
llegué al Bósforo!!! A pesar de la bruma el paisaje era increíble!!!! A lo
lejos se veía el Bosforo Bridge, y enfrente toda la costa del lado europeo, donde
se distinguía entre las construcciones al imponente Dolmabahçe Palace. Ahí
estaba la Estambul que todos tenemos en el inconsciente luego de haberla visto
en tantas oportunidades a través de fotos de amigos, revistas y guías de viaje
(y en el momento en que estoy escribiendo esto, a través de imágenes de la
novela “Las mil y una noches”).
Bósforo y lado asiático de Estambul |
Junto a
la costa había un par de perros callejeros con chips con números en las orejas;
esto último me llamó mucho la atención… investigando descubrí que la
municipalidad de Estambul hace un seguimiento de estos animales y mediante esos
chips puede saber el estado de vacunación, tratamientos recibidos, y zona en
que se mueven. Es una forma de proteger a los cánidos y a las personas que
circulan por la calle y están en contacto con ellos.
Además
de los perros había un grupo de intrépidos pescadores que a pesar de la garúa
habían salido con sus cañas y señuelos a probar suerte. Algunos tenían
recipientes con agua en los que nadaban unos peces del tamaño de una sardina. Junto
con los botes y ferris que surcaban las aguas creaban una imagen de lo más
pintoresca.
Pintoresca Estambul |
En las
inmediaciones estaba la estación de subte, ATM de infinidad de bancos y el puerto
de Üsküdar desde donde parten los ferris –una opción más de transporte para
locales y turistas- hacia varios puertos vecinos. No faltaban como en cualquier
“zona de estación” los puestos de comida callejera, en este caso de “simits” especie de bagels con semillas
de sésamo, panes en general y sándwiches.
Bollerías! |
Para
evitar perderme volví sobre mis pasos y tomé una vez más la avenida que
terminaba en el hotel.