sábado, 7 de enero de 2017

Bicleteada entre dragones y serpientes

By Sole

22 de Octubre 2015

A las 6:30 hs ya estábamos arriba, acomodamos las valijas y nos fuimos a desayunar. Habíamos quedado tan conformes con el desayuno del día anterior que decidimos pedir casi lo mismo salvo por el té que en lugar de ser verde fue de jazmín.

Teníamos esa mañana para seguir recorriendo los alrededores. En el mapa habíamos visto que había un sendero que iba paralelo al río hacia un antiquísimo puente –Dragon Bridge- que estaba recomendado como lugar a visitar en la Lonely Planet. Alquilamos un par de bicis, en este caso mountain bikes por recomendación de la encargada del hotel; debía haber sospechado como iba a ser el camino basado en ese consejo...

Tomamos la calle, continuación de la ruta que venía de Yangshuo, sentido río arriba. A esa hora al no haber demasiado tránsito no se sentí tan insegura a pesar de ser una carretera. Atravesamos el parking que en ese momento estaba casi vacío, siguiendo por la ruta que salía de ahí hasta una bifurcación que identificamos por la presencia de un cartel rojo con letras amarillas (referencia que nos habían dado en el hotel). Si bien sabíamos que teníamos que tomar el camino que salía hacia la izquierda, avanzamos un poco por el de la derecha para echar un vistazo a la pequeña village de Jiu Xian Cun. Tuvimos la impresión que esta no había sido ajena al paso del tiempo y la modernización, y había perdido el encanto de pueblito tradicional; nos decepcionó encontrar tantas construcciones de aspecto precario hechas de ladrillo hueco sin revestimiento.

Unas de las casas tradicionales

Volvimos a la bifurcación, tomando esta vez el camino de la izquierda dejando atrás rápidamente el placer del pavimento. Ahí entendí porqué nos habían recomendado las mountain bikes… el sendero bordeado por cultivos parecía más de trekking que de biking con algunos sectores bastante angostos y piedras de todos los tamaños. Una vez más vamos a disentir en opinión con Seba. Desde mi parte, puedo resumir este tramo del paseo con una sola palabra: terrorífico! Cada pedaleada resultaba dolorosa producto del rebote contra el duro asientito de la bici, y lo que era aún peor era la constante sensación de que me iba a caer de cabeza en alguna zanja, cultivo o el mismísimo pedregullo.
Sinceramente pude disfrutar muy poco del paisaje, conformado por cultivos varios y las montañas de fondo. Para gente como yo que tiene menos bicicleta que un cuadripléjico no le recomendaría tomar este camino.

Una anciana de la zona



Recién sentí cierto alivio cuando desembocamos en una pequeña carretera de ripio que pasaba por un pueblo que ni siquiera tengo idea si tenía nombre; en este sector ya nos cruzamos con un par de vehículos. Varios cientos de metros después con la aparición del pavimento llegó el alivio! Tras pasar por par de caserios terminamos desembocando en la ruta donde ya el tránsito era más intenso. El miedo de terminar debajo de los buses de turistas duró poco porque unos metros más adelante abandonamos la ruta metiéndonos en una calle que nos condujo hacia el río.

Esperábamos encontrarnos con un lindo puentecito de piedra sobre el río, rodeado por plantas y árboles. La realidad fue bastante diferente… El lugar resultó ser un embarcadero de balsas con puestos de comida y chucherías en los alrededores, repleto de gente gritando, y lo poco que había de naturaleza había tomado un lugar secundario. Bici en mano cruzamos el puente para poder llegar a una mesita de piedra con taburetes bajo un árbol que habíamos visualizado al otro lado del río; fue lo más cercano a naturaleza que encontramos en la zona. Ahí nos sentamos a descansar un rato y hacer nuestra colación de media mañana que incluyó lo que quedaba del mega pomelo y algunos trocitos de crocante de maní y semillas de Xi an que habían sobrevivido.

Balsas pasando por Dragon Bridge

Como el camino de ida había sido un tanto traumático (para mí), para el regreso decidimos tomar el que corría paralelo a la otra margen del río. Desde donde estábamos vimos una calle en muy buen estado que parecía una ruta aún no inaugurada por la escasísima cantidad de vehículos que pasaban por ahí. Dado que los carteles indicativos estaban completamente ausentes comenzamos a pedalear apostando que estábamos en el camino correcto; siempre podíamos volver para atrás. Avanzamos cerca de un kilómetro sin cruzarnos con otros seres vivos, salvo por los restos de un roedor y de una serpiente con rayas circulares blancas y negras que estaban tan aplastados que parecían formar parte del pavimento; desagradables criaturas de Dios. Fue lo único que nos llamó la atención en este solitario camino que descubrimos que no era el correcto cuando visualizamos unos metros más adelante un puente con bastantes vehículos.

Dimos media vuelta y regresamos hasta un desvío que habíamos visto cuyo ingreso estaba parcialmente bloqueado por ramas secas de árboles. “Tal vez es por acá y las ramas están puestas para que no entren los autos” comentamos. Por el espacio que quedaba podían pasar fácilmente las motos y bicicletas. Seguimos jugando a elije tu propia aventura y avanzamos por ahí; no sabíamos si era el camino correcto o no, pero al ser de pavimento era un placer.

Fuimos pedaleando entre cultivos y montañitas, pasando por pequeños poblados donde para evitar el paso de vehículos a gran velocidad había lomos de burro. Con mis escasas habilidades de ciclista no me molesté en esquivar ninguno y las pasé justo por el centro; Seba haciendo alarde de su dominio de la bicicleta los fue esquivando, pasando por el diminuto espacio que quedaba entre estos y la margen del camino.

Sin tener que evaluar ninguna estrategia para evitar las lomadas iba tranquilamente mirando el camino cuando de repente ví algo que atravesaba la ruta en forma zigzagueante. Pensando que Seba que iba delante ya la había visto le dije “Una bicha cruzando!!!”. Él iba tan concentrado evaluando por donde iba a pasar que cuando levantó la vista se encontró con el ofidio de poco más de un metro a muy poca distancia. Estaba tan cerca que no atinó a esquivarla y la pasó por arriba pisándole alguna parte del sector posterior. Gracias a todos los Dioses del universo el animal reaccionó huyendo rápidamente hacia los cultivos que estaban al costado de la ruta y desapareció de nuestra vista. Los corazón latían aceleradamente mientras nos dábamos cuenta de lo que había pasado. Menos mal que la serpiente no intento defenderse...

Leyendo sobre los ofidios que habitan la zona estamos casi convencidos que se trataba de una krait rayada o bungarus multicintus, una de serpientes del top 10 de las más venenosas. Suelen frecuentar zonas muy húmedas como arrozales, siendo un verdadero peligro para los trabajadores de esas áreas; una mordida puede ser mortal en menos de 24 horas!!!

De ahí en adelante fuimos con mucha más precaución, super atentos a cualquier movimiento o ruido proveniente de los alrededores. Más allá de este hecho que afortunadamente sólo terminó siendo anecdótico y un trecho irregular de unos 500 metros repleto de temibles piedras, el sendero fue muy agradable y entretenido al ir mezclando cultivos con pequeños conjuntos de casas bastante pintorescas con carteles y adornos chinos. En estos últimos había niños pequeños que saludaban desde las puertas de las casas. Imposible negarles un saludo a esas criaturas de aspecto tan tierno e inocentes.



Finalmente desembocamos en uno de los puentes que cruzan el río reencontrándonos con los turistas que habían llegado hasta ahí en micros. Ya en terreno conocido tomamos la ruta y en pocos minutos llegamos al hotel donde devolvimos las bicis.

Sobreviví a la bicicleteada!!!

Eran las 11:30 hs, aun teníamos tiempo para recorrer un poco más; tras descansar unos minutos emprendimos una pequeña caminata por un sendero que partía desde la parte trasera del hotel, en sentido contrario a la calle; teóricamente terminaba en un plateau entre dos montañas. El terreno del hotel parecía no tener fin. La primera parte del camino, que discurría entre vegetación por momentos bastante espesa, estaba bien delimitada y bastante pisada; parecía ser un lugar de frecuente circulación.



Terminamos en un claro conformado por grandes rocas de un color oscuro casi negro. Siguiendo las indicaciones del precario, pero bastante acertado mapa que teníamos, giramos a la izquierda pasando por el costado de la granja que estaba representada en el mismo. Al llegar a la puerta del establecimiento volvimos a girar la izquierda visualizando a pocos metros un senderito poco definido que subía a la montaña. Ascendimos algunos metros por ese camino casi salvaje con piedras, barro y plantas con espinas; la presencia de esta vegetación tan agresiva y la falta de tiempo suficiente para perdernos y volver a encontrar el rumbo nos hicieron dar por concluido el trekking. Supongo que el camino estaba tan definido hasta la granja porque debe ser la principal, o tal vez la única vía de acceso al lugar para los pobladores y/o trabajadores del lugar.



Antes de regresar caminamos unos metros hacia la derecha de granja deteniéndonos cuando escuchamos a lo lejos ladridos de perros; de hecho el mapa era tan preciso que marcaba la presencia de perros peligrosos al final de ese camino. Habíamos zafado de la víbora, no íbamos a ir a probar suerte con los canes. Esos ladridos me hicieron retroceder raudamente, volviendo a una velocidad sorprendente a la zona rocosa. A esa altura ya estaba más tranquila, ya no se escuchaban los ladridos… Nos sentamos en unas piedras dispuestos a disfrutar un rato del silencio, no sabíamos cuando íbamos a volver a encontrar un lugar así en los próximos días. Volvieron a escena los maníes salados y especiados; cuando estas frutas secas sobreviven tantos días en nuestro poder solo pueden significar una cosa: no son ricos! Aun así me negaba a tirarlos, ya que siempre nos podían sacar de una situación de emergencia sobretodo en pueblitos pequeños donde no hay mini market en cada esquina. Aun me carcome la cabeza la duda de cómo metieron la sal sin romper la cáscara exterior… agradecería si alguien puede darme la respuesta.

La paz no duró mucho… a los pocos minutos aparecieron dos chinos de no más de veinte años con sus mountain bikes. Justamente ahí donde estábamos dejaron sus bicis, se sacaron varias fotos y se sentaron a una distancia prudencial de nosotros, cada uno con la vista fija en su celular sin articular palabra. Una vez más la tecnología “conectando” gente entre sí y con su alrededor.

Con esto estaba concluyendo nuestra visita a los alrededores de Yangshuo. Volvimos a la hostería a buscar las valijas y a esperar el transfer que nos iba a llevar hasta la North bus station de Yanshuo. Esta vez no tuvimos que regatear, simplemente pagamos la tarifa fija de 30 yuanes, la cual era menor a lo que habíamos pagado a la ida.

En menos de 15 minutos estábamos en la estación de buses. Ni bien nos acercamos una china que parecía poseída por el diablo comenzó a saltar y a gritarnos “Guilin!!! Guilin”. Haciendo caso omiso a su llamado seguimos caminando hacia la ventanilla donde venían los tickets. Para nuestra sorpresa el pasaje costaba 22 Yn y no 30 Yn como habíamos pagado a la ida. Tuvimos tanta suerte que pudimos tomar el micro que estaba saliendo en ese momento. De hecho subimos, cerró la puerta y arrancó. De no haber tomado este tendríamos que haber esperado unos 15 minutos al siguiente.

Cuando nos sentamos y comprobamos el estado del micro y la presencia de aire acondicionado no tuvimos la más mínima duda de que nos habían timado en el viaje da la ida. No solo habíamos tomado un micro lechero sin aire que paró en cuanta esquina que encontró, sino que habíamos pagado de más…

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