sábado, 21 de octubre de 2017

Seguimos recorriendo senderos en la tierra de los kiwis

By Sole

27 de Noviembre 2016

Nos despertamos a las 6:30 horas, 30 minutos antes de que sonara el despertador. Habiéndonos despertado una sola vez a la noche (4:30 am), se podría decir que ya estábamos adaptados al horario local.

Desayunamos casi lo mismo que el día previo, salvo que cambiamos la mandarina por un kiwi. Si hay algo típico de Nueva Zelanda, sin dudas es el kiwi!!! Ricos, muy parecidos a los que comemos habitualmente en otras partes del mundo; tal vez la única diferencia es que es más fácil encontrarlos con un grado de maduración adecuado en la góndola del super sin necesidad de esperar varios días a que sean comestibles como suele suceder en Buenos Aires.

A las 8:00 horas estábamos en la calle con las mochilas casi listas; solo nos faltaba pasar por el supermercado que estaba de paso a comprar agua para estar 100% listos. Hecha la compra, tomamos School Road, una calle que justamente pasaba por la escuela que al ser día domingo estaba cerrada. Caminamos algunas cuadras disfrutando de la tranquilidad de la mañana encontrando sin dificultad el inicio del sendero “Paihia School Road lookout”; el cartel informaba que el mismo tenía una longitud de 1,4 km. Nos sorprendió la advertencia de no tocar las tramperas, además de la prohibición de entrar con perros. Ambos formaban parte de un plan de protección de los kiwis…



Ni bien comenzamos a caminar notamos un abrupto cambio en la temperatura y humedad ambiente; habíamos entrado en una selva muy húmeda con muchos helechos que mi imaginación hubiese ubicado en la zona del Amazonas y no a dos metros de una calle pavimentada. Justo en las cercanías de la entrada nos cruzamos con una chica que estaba saliendo de una carpa armada al costado del camino, nos pareció muy raro, dudando si estaba permitido acampar ahí o no. A medida que fuimos avanzando y ascendiendo fue disminuyendo la humedad, y cambiando la vegetación transformándose en un bosque. El track estaba en excelentes condiciones, con sectores de entarimado y hasta tenía a los lados canaletas conectadas a caños de drenaje para evitar la acumulación de agua y deterioro del mismo. Muy cuidado y preparado para que cualquiera pudiera recorrerlo con el menor riesgo de accidentes.



A poco de llegar a destino el camino se bifurcaba en dos: uno iba hacia el lookout y el otro se continuaba con el Oromahoe track. Seguimos hacia el mirador, llegando cuando se cumplieron los 30 minutos de caminata. Justo en ese momento había un par de personas sacando fotos de la vista panorámica de la bahía con alguna de las islas. Lo fichamos como un lindo lugar para sentarse a tomar unos mates, pero como habíamos desayunado hacia muy poco tiempo y teníamos varios kilómetros por delante decidimos continuar.




Volvimos hacia la bifurcación y en lugar de regresa hacia la calle tomamos el sendero Oromahoe transverse. Nos pareció raro que el cartel informativo dijera que el track tenía 4 km, y el tiempo estimado fuera de 2 horas, y hasta pensamos “qué exagerados!!!”.



A poco de comenzar a caminar notamos la presencia de las “trampas para ratas y gatos” que estaban mencionadas en el cartel. Desde ya que me generaron mucha curiosidad motivando una búsqueda sobre el tema.



Los kiwis son animales de hábitos nocturnos, viven en parejas siendo en general el macho el que pasa más tiempo incubando el único huevo que suelen poner en cada puesta. Si bien en general hablamos de kiwi como si fuesen todos iguales, en realidad existen cinco especies con diferente grado de vulnerabilidad de acuerdo a una escala que utiliza el departamento de conservación del país (DOC), que va desde extinto, amenazado, en riesgo y sin amenaza. Las principal amenaza para los polluelos son los armiños o stoats (unos pequeños mamíferos carnívoros introducidos por el hombre que figuran en la lista de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo) y los gatos. Los kiwis adultos tampoco están a salvo, siendo los perros el mayor peligro; estos (independientemente de su raza y tamaño) son atraídos por un aroma distintivo que desprenden estas aves. Al no tener esternón (algo que caracteriza a los ratite, el grupo de aves a los que pertenecen), los kiwis pueden ser aplastados fácilmente aunque la intención de los cánidos no sea matarlos y sea simplemente jugar. Los hurones también figuran en la lista de asesinos…

El DOC lleva a cabo distintas actividades tendientes a la conservación de la especie que van desde la concientización de la población sobre el tema hasta el control de los predadores. Los carteles con las prohibiciones de ingreso de perros a los senderos, las tramperas para ratones (al eliminarlos limitan el alimento de los stoats), gatos y stoats, así como la recolección de huevos con su incubación y cría en cautiverio hasta que las aves pesan 1,2 Kg -momento en que son devueltos a la naturaleza- son algunas de las medidas implementadas que parecen estar dando sus frutos.

Pispeamos de lejos las tramperas; impresionaban limpias, con los sebos intactos (en algunos casos huevos) y sin restos de animales, lo que nos hizo suponer que debía haber alguien designado al mantenimiento de la mismas. Estas cajas de madera eran el único rastro de la mano del hombre en este sendero; si bien estaba bien delimitado, carecía de entarimados y drenajes a diferencia del anterior.

A paso firme fuimos caminando por ese camino boscoso que parecía ir por el filo de las colinas siguiendo sus irregularidades, lo que daba como resultado un indefinido tándem de ascensos y descensos… Luego de subir y bajar con gran esfuerzo varios desniveles con el solo objetivo de llegar a una calle que estaba varios kilómetros más adelante, la frustración comenzó a ser evidente. No pude evitar que se me viniera a la cabeza una "TED talk" sobre la motivación, los objetivo y el reconocimiento por el esfuerzo. Era el sendero de la desmotivación: gran trabajo y esfuerzo para subir, para después volver a bajar, así una y otra vez, discurriendo por un paisaje monótono y sin un atractivo paisaje como objetivo final. Cualquier similitud con mi trabajo (de ese entonces) es pura coincidencia…





A pesar de todo esto no nos íbamos a echar para atrás; estábamos en el baile, así que había que bailar. Eso sí, decidimos que la vuelta no iba a ser por el mismo lugar.

Una hora y cuarto después llegamos a… Oromahoe Road; una ruta de ripio en medio de las colinas sin ningún atractivo en particular. Durante toda la caminata no nos habíamos cruzamos con ningún otro ser humano; apenas algunos pájaros muy aislados que se escuchaban más de lo que se veían eran lo único que daban vida al lugar.

Junto al final o inicio del sendero –según desde donde uno lo mirara- había un cartel con distintas opciones a seguir.



Comenzamos yendo hacia el Opua Kauri Walk, cuyo inicio estaba a unos 800 metros de ahí caminando por la ruta. Por lo que habíamos leído el kauri es un árbol de la zona cuya madera era muy utilizada por los nativos para la construcción de casas y canoas; con la llegada de los europeos, que descubrieron la utilidad de su madera, los bosques se vieron diezmados; más allá de las sierras del hombre, en la actualidad su principal amenaza es el “kauri dieback”, una enfermedad producida por un hongo que mata a estos árboles. Como aún no se conoce la cura de esta infección todo el esfuerzo está puesto en su prevención con medidas como evitar su diseminación: se recomienda no salirse de los senderos, no pisar las raíces de los árboles y limpiar el calzado y equipo deportivo antes y después de visitar el área.



Ni bien pasamos el cartel indicativo del sendero nos encontramos con un gran entarimado que se iba internando en el bosque. A medida que fuimos avanzando notamos un progresivo aumento en la cantidad de ejemplares de kauri, algunos de gran tamaño reflejo de su edad que puede sobrepasar los 400 años. Al final del camino encontramos un banco de madera estratégicamente ubicado frente a un enorme kauri; el lugar ideal para tomar unos mates!!! Felices con el hallazgo nos sentamos a descansar y preparamos el tan deseado mate que acompañamos con una Belvitas de chocolate (ahora que noto la reiteración de estas galletitas en varias entradas noto lo rendidora que fue esa caja con paquetitos de 4 galletas en su interior) y unas lentejitas de M&M. Si ponemos este bosque como destino final del “camino de la desmotivación”, podría decir que valió la pena haberlo caminado.




Nos quedamos un rato ahí sentados disfrutando de los mates y la tranquilidad del lugar hasta que el agua se acabó. Con energías renovadas volvimos sobre nuestros pasos hasta el cartel de Oromahoe Road optando esta vez por el camino costero a Paihia.



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