sábado, 4 de marzo de 2017

Recorriendo Hanoi a pie

By Sole

26 de octubre 2016

Esa mañana había tiempo para disfrutar tranquilamente del desayuno. Tras acomodarnos en una de las mesas comenzó el desfile de comida que incluyó unos sabrosos scrambled eggs, pan, queso, papaya, sandía, yogur, jugo de maracuyá y café con leche. Seba cambió los huevos revueltos por un suculento triple de jamón, queso, tomate y pepino, y agregó un diurético té de jazmín. Bien cargados de energía y con dos bananitas en las mochilas nos fuimos a caminar… a las 7:30 hs ya estábamos en la calle.

A pesar del horario la ciudad estaba en plena actividad. Esa mañana de día lunes las madres llevaban a sus niños en moto al colegio, algunas personas desayunaban sopa en la calle, mientras que los vendedores ambulantes de frutas, verduras, carnes y pescados aguardaban a los compradores con su mercadería ya expuesta. Al alejarnos varias cuadras del hotel encontramos algunas veredas por las que se podía caminar, no porque faltasen las motos estacionadas sino porque eran más anchas dejando algo de espacio para los peatones. Sin embargo había que estar atento a las eventuales motos que decidían circular por la acera en lugar de hacerlo por la calzada…


Mercadería lista!!!

Si bien no teníamos un camino predeterminado, si teníamos un objetivo: el Mausoleo de Ho Chi Minh. Fuimos caminando tranquilamente en ese sentido disfrutando del paisaje y las invaluables imágenes de la vida cotidiana, todos esos detalles que uno se pierde si no recorre la ciudad a pie.




Cruzamos las vías del tren, que estimo que no debía tener mucha frecuencia por la cantidad de gente que circulaba o estaba sentada entre los rieles. Luego seguimos por una avenida terminando en una plaza donde había gente bailando, parecían estar haciendo su actividad física matutina. Nos llamó la atención lo cuidado que estaban los canteros, incluyendo uno con plantines que formaban un cartel que apuesto que era una propaganda política considerando los colores rojos y amarillos, y la bandera…


Espero que no venga el tren...



Atrás habían quedado las casas de uno o dos pisos con sus fachadas parcialmente cubiertas por densos ramilletes de cables, dando lugar a lujosas embajadas. Solo la constante presencia de motos nos ubicaba espacialmente en Hanoi.

Casi sin darnos cuenta terminamos en la explanada frente al Mausoleo de Ho Chi Minh, que poco tenía de la majestuosidad de su equivalente chino dedicado a Mao. Lo que si compartían ambos era la excesiva presencia de personal de seguridad, los grandes espacios abiertos en los alrededores sin utilidad aparente -más que congregar adeptos políticos en algún eventual acto-, y las gradas para observar los desfiles militares. En ese momento se me vinieron a la cabeza las palabras de nuestro guía Jack sobre el gran respeto que sintieron y sienten los vietnamitas por este líder revolucionario, llegando a considerarlo en algunos casos como un padre. No hay que tener demasiada imaginación para darse de cuenta del origen de esa idea tras haber visto los posters de propaganda política en los que se referían a este personaje como “uncle Ho” o lo mostraban en imágenes paternales rodeado de niños.


Mausoleo de Ho Chi Minh

El "paternal Ho Chi Minh" en una calle céntrica

Nuestra visita se limitó a caminar por la explanada y sacar un par de fotos, huyendo raudamente cuando los tours comenzaron a apoderarse del lugar. Luego de pasar las vallas seguridad y caminar unos metros encontramos el parque en el que se encontraba la “One Pillar Pagoda”, una discreta obra arquitectónica que representaba una flor de loto. Tal como su nombre lo indicaba esta reconstrucción (la original fue destruida en 1954 por las fuerzas francesas) estaba sostenida por un solo pilar, el cual estaba emplazado en un estanque con peces. Era bonita, pero mucho más pequeña de lo que esperaba, al punto de llegar a decir “esto es todo?”.

One Pillar Pagoda

Detrás de la pagoda había un masetero circular con un árbol en su interior que captó nuestra atención por la presencia de varios orientales que daban vueltas alrededor del mismo como si se tratase de una estupa. Algunos parecían muy concentrados en la actividad, con las manos en actitud de rezo, mientras que la mayoría iban charlando o caminando rápidamente y distraídos como si simplemente estuviesen cumpliendo con una sugerencia de su guía. Nos sentamos unos minutos a descansar en un banco que estaba en las inmediaciones mientras observábamos esta peculiar escena.


Lo dejo a su libre interpretación...

Completando el complejo había algunos puestos de souvenirs y baños públicos pagos. Quien había tomado previamente un diurético té de jazmín visitó los sanitarios, quedando sorprendido por la presencia de un árbol en medio de lavatorios, inodoros y mingitorios que se exteriorizaba a través de un agujero en el techo. Nadie puede decir que el recinto no estaba ventilado!!!

El siguiente punto en el recorrido era el Templo de la Literatura, que se encontraba a pocas cuadras. Al igual que el Templo de Confucio en Beijing, homenajeaba al gran pensador. Recordando la tranquilidad de su equivalente chino, esperábamos encontrar un espacio lleno de paz y silencio... Pagamos la entrada de 30000 VND, e ingresamos a este complejo que básicamente seguía con el concepto de templos que habíamos observado en otros lugares: patios o courtyards que incluían construcciones intercaladas con jardines cuidadosamente diseñados.


Literature Temple

Si bien en el país hay varios templos dedicados a Confucio este es el más importante por haber albergado a la primera universidad de Vietnam, la Academia Imperial, allá por el año 1076. Por sus aulas pasaron numerosos estudiantes –príncipes y personajes destacados de la sociedad del momento-, quedando como prueba de los que alcanzaron sus títulos doctorales estelas de piedra en las que están esculpidos los nombres; estas placas están ubicadas sobre tortugas, símbolos de la sabiduría y la longevidad. De las 116 erigidas originalmente en el año 1484, sobreviven 82.

Fuimos recorriendo tranquilamente los cinco patios. Tranquilamente es simplemente una forma de decir porque a medida que fueron pasando los minutos el lugar se fue atestando de gente. Distribuidos en los jardines y pabellones encontramos representaciones e imágenes de los cuatro animales sagrados del país (el dragón, el unicornio, la tortuga y el fénix), estatuas de Confucio, y figuras rodeadas de ofrendas de caramelos de colores con forma de frutas y obleas sabor queso. Quien pudiera ser una de esas figuras para recibir esas sabrosas ofrendas…




A pocos metros del último edificio del predio, que fue reconstruido en el año 2000 (el original había sido destruido en 1946), nos cruzamos con una campana y un tambor gigante que tuvimos muchas ganas de golpear; aclaro que nos quedamos con la ganas y solo le sacamos fotos.


Se quedó con las ganas...

Más allá de las construcciones nos entretuvimos observando un par de parejas de novios y varios graduados vestidos con togas y birretes que participaban de sesiones de fotos. Como suele pasar en occidente, en el grupo de estudiantes predominaban ampliamente las mujeres, quienes tras sacarse las primeras fotos se quitaron las togas quedando con las vestimentas tradicionales del país y zapatos de tacos altos a los que no parecían estar muy acostumbradas –caminaban tan mal como cuando yo me los pongo para ir a una fiesta-. La verdad es que estaban muy elegantes, y hay que reconocer que entre las asiáticas las vietnamitas nos parecieron las más bonitas por sus rasgos muy delicados.


Estela y graduados


El complejo contaba con baños pagos (1000 VND), un precio aceptable por su limpieza y hasta tener jabón líquido para lavarse las manos. No sé si la apreciación hubiese sido la misma de haberlos visitado un par de horas después, luego de que pasara toda la muchedumbre. Es sin dudas uno de los lugares que hay que visitar temprano en la mañana ni bien abre o tarde cuando los tours ya están por otros lares.

En contra de la corriente humana que iba ingresando raudamente salimos del predio, y enfilamos hacia la estación de tren. No teníamos intenciones de comprar pasajes, pero sí de curiosear un poco el interior. Por alguna razón estos lugares nos llaman la atención…

En los andenes pudimos ver un tren con bastantes años, o mejor dicho décadas de vida que no sé si estaría en funcionamiento o solo adornaba el lugar. El sector de venta de pasajes me recordó mucho a los viejos bancos de la city porteña con sus ventanillas de madera y vidrio; parecía quedado en el tiempo. Como si fuésemos pasajeros nos sentamos unos minutos en la sala de espera, que tenía una temperatura muy agradable producto del aire acondicionado, y aprovechamos para descansar y evaluar como seguíamos el día. Iríamos hacia el lago!

Guiados por Seba que tiene una capacidad sobrenatural para seguir mapas con solo observarlos un rato antes de partir (y sin tenerlos en la mano para re-checkear), fuimos caminando hacia ahí. Hacía bastante calor y teníamos un poco de hambre, la combinación perfecta para que se nos antojase un helado. Como siempre pasa, cuando uno se pone a buscar algo no lo encuentra… caminamos, caminamos y caminamos y no encontramos helado. Ni siquiera estábamos buscando una gelateria italiana, simplemente buscábamos un mini market para comprar uno de lo envasados que viene en conos.

En lugar de helado encontramos otra cosa muy tentadora: librerías!!! Azarosamente terminamos en la zona de los bookstores que para mi felicidad tenían un sector más que interesante de libros en inglés. Por un rato me olvidé de los helados y sucumbí a mi debilidad perdiéndome entre las estanterías. Desde hacía unos días le teníamos ganas a una novela de la época del guerra “The girl in the picture” que habíamos visto en la parada rutera camino a Halong bay en versión trucha. No es infrecuente encontrar en los países de la zona libros con tapas que parecen originales, pero que el interior son fotocopias de calidad variable. Si bien no lo encontramos descubrimos otros que nos resultaron igualmente interesantes, en versión original y a un precio muy accesible (alrededor de 8 U$S). Más tarde volveríamos por ellos, teníamos que seguir con la búsqueda del helado!

Tuvimos que llegar a la zona caótica de los hoteles para encontrar un minisuper con una heladera llena de Conogol® y similares de una marca local. Guiándonos por los colores y dibujos elegimos dos, las inscripciones en los envases estaban en idioma local. Con una sonrisa en la cara fuimos a buscar un banco para sentarnos cerca del lago a degustar el “tesoro” que finalmente habíamos encontrado. Pese a no ser helados de heladería, estaban buenísimos!!!

Aprovechando el hermoso día caminamos un poco alrededor del lago, descubriendo la táctica de venta (que dudo que sea fructífera) de las vendedoras ambulantes. En su mayoría eran mujeres con grandes canastas cargadas con bollerías que parecían bolas de fraile; justo de “casualidad” cuando pasábamos junto a ellas la canasta nos golpeaba. La primera vez nos tomó por sorpresa y nos detuvimos 1 segundo, tiempo que fue suficiente para que nos ofreciera sus productos. Luego vimos que la situación se reiteraba, pero esas veces nos hicimos a un lado para evitar esas “colisiones casuales”.


Lago Hoan Kiem

A esa hora del día las calles comerciales estaban en su hora pico de actividad; nos unimos a la masa de gente que caminaba entre negocios y puestos. No creo que nos haya quedado calle por caminar! Como suele pasar en Asia, es fundamental el regateo para hacer rendir el dinero lo máximo posible. Tras entrar en varios locales nos llamó la atención la diferente predisposición hacia la venta, algunos vendedores demostraban tan poco interés que preferían permanecer con la vista fija en sus celulares y apenas nos respondían cuando preguntábamos algún precio, mientras que otros nos llamaban cuando nos alejábamos y comenzaban a bajar el precio tratando con gran insistencia que no siguiéramos caminando. A pesar de haber regateado en cada país que visitamos de Asia, aún encuentro la actividad agotadora y por momentos incómoda. Ni hablar del tiempo que se pierde negociando y buscando productos de una calidad aceptable y que a uno le guste para llegar a un mejor trato.

Como era de esperar las cosas más lindas y de mejor calidad, teniendo en cuenta los precios que se manejan en el lugar, eran caras; aunque si la comparábamos con los precios de Argentina pocas cosas eran realmente caras. En esa tarde –regateo de por medio- nos hicimos de varias chucherías como llaveros, magnets, adornos colgantes, cuencos de coco, monederos, y hasta una bermuda “North Fake” que Seba se probó en un fitting room improvisado con una tela negra extendida a lo ancho del local.

Seba cumplió su promesa y regresamos a las librerías de donde salimos con dos interesantes adquisiciones: un libro sobre la guerra y el ultra conocido e infaltable en las mochilas de mujeres viajeras “Eat, love and pray”. Aunque la parte de película que logré ver antes de dormirme (lo intenté un par de veces) me resultó bastante tediosa, decidí darle una oportunidad al libro.

El día estaba rindiendo en todo sentido, aún teníamos tiempo y bastante dinero para gastar. Nos dejamos perder un rato por las calles, pasando por un parque donde nos entretuvimos viendo a varias personas que jugaban una especie de futbol-vóley con una pelota de bádminton. Haciendo posteriormente una búsqueda en Google descubrí que jugaban Sepak takraw o vóley de puntapié, un deporte originario de China popular en el sudeste asiático. No estábamos tan errados en nuestra observación, es un juego con 3 jugadores por lado parecido al vóley en el que se utiliza una pelota de ratán que sólo puede ser tocada por los pies o la cabeza. Lo único extraño y que no encajaba en la descripción era la pelota de bádminton y la cantidad de jugadores que variaban de 1 o 2 por lado; tal vez era una versión local del juego...




Luego del momento deportivo del día llegó la merecida merienda. Siguiendo la recomendación de unos amigos fuimos a uno de los locales de Gecko. No puedo describir con palabras lo rico que estaban los “lassi” –bebidas a base de yogur- que pedimos. Elegimos un “mango lassi” (mango, leche de coco, yogur, leche) y un “pinneaple lassi” (ananá, leche y yogur), deliciosos y sobretodo refrescantes. La ubicación estratégica de la mesa -se encontraba en un primer piso junto a la ventana- nos permitió observar a los transeúntes y motos que pasaban por la calle sin sufrir el calor gracias al aire acondicionado. 


Mango & pineapple lassi

Caminamos un rato más por los locales de chuchería esquivando gente y motos hasta que decidimos dar por terminada la tarde de compras e ir a cenar. Alrededor de las 19 hs ya estábamos sentados en “The Orchid”, un restaurante recomendado por Tripadvisor y nuestros compañeros del tour a Halong Bay. Las mesas se encontraban distribuidas en habitaciones en distintos pisos del edificio. Como era temprano pudimos elegir una en el primer piso, cerca de una ventana. La decoración y calidez de la iluminación contribuían a crear un ambiente muy ameno; me sentí mucho más cómoda que en el lugar ostentoso de la noche anterior. Pedimos una cerveza Hanoi y un jugo de coco que resultó ser agua de coco que venía en su envase original. Mientras esperábamos la llagada del pescado grillado con la misteriosa guarnición “galanga and steamed rice fermented” (resultó ser un puñadito de fideos de arroz fritos) y los noodles de arroz salteados con pollo, nos trajeron unos snacks que parecían papas fritas. La comida resultó muy sabrosa; apostaría que fue la mejor que comimos en Vietnam. Para rematarla, en lugar de postre tomamos un milkshake de vainilla, chocolate y café. Yummy!!! Confirmamos que las críticas positivas estaban muy bien fundamentadas.




Cansados pero con el estómago más que contento volvimos al hotel a armar las valijas y a dormir; el próximo día teníamos que madrugar para seguir viaje!!!

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